Osa Grande

PMLaTraviesa

 
  Fecha: 30-10-2022
  Finca: OSA GRANDE
  Provincia: BA
  Organización:   Peña M La Traviesa
  Nivel:
  Calidad: -
   
  55 16 11 0 0  
 
 

Luna2020Sool

soleado

Luna2020Sool

14º - 22º

Luna2020Sool

S 15-20 km/h

Osa Grande

Chaqueta Caza BlaserChaqueta Caza BlaserChaqueta Caza BlaserChaqueta Caza BlaserChaqueta Caza Blaser

Los monteros de la Peña “La Traviesa” nos hemos dado la primera cita de la temporada en la finca “La Osa Grande”, insignia de nuestro calendario por los buenos resultados que nos proporciona año tras año.

Esta mañana de treinta de octubre amaneció con una ligera lluvia que prometía una jornada fresca, atemperada, ideal para montear.

Tras la lluvia fina, una vespertina niebla, que evoca ese paisaje otoñal que describía Antonio Machado: “…lejos, los montes duermen, envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal…”.

Así, desde el Cancho del Oso hasta el Encerradero, desde Peñas Blancas hasta el Castillejo, pareciera que estábamos inmersos en esa tranquilidad propia de un día gris y templado, casi invernal. Sin embargo esta sensación fue efímera: conforme avanzaba la mañana la niebla fue desapareciendo, asomando entonces un cielo salpicado de nubes ya poco amenazadoras.

Se respira vida en la Osa Grande. Tras este estío prolongado, atrás queda ya el recuerdo de la poderosa voz del venado que convidaba a machos y hembras, hace apenas un mes y medio. Aún resuena en la memoria el bramido desafiante desde La Tomillosa y la respuesta igualmente perturbadora de otro gran venado desde Las Minas. Las carreras de los cervunos, las idas y venidas en campo abierto, sin miedo, en ese mes de septiembre ya tan lejano, dan paso a la quietud y la calma que aparentemente tienen las sierras hoy.

Tras largos meses de verano, la primera manifestación llamativa del proceso biológico vuelve a sufrir una pausa. El monte está ahora en silencio. Pero está latente, vivo; es sólo cuestión de azuzar a las rehalas para poner en guardia a los animales recién encamados.

Antes de todo eso los monteros se congregan en el modesto cortijo de La Osa Grande que sin duda vivió tiempos mejores. Poco a poco van llegando, y se suceden los abrazos después de tantos meses.

Así estaban las cosas cuando todos, socios, allegados y forasteros, algunos venidos de Madrid, Toledo, Córdoba o Sevilla, se regocijaban en torno al caldero de migas, con un buen café y la copita de licor.

Llegando la hora del sorteo primero se recordaron las normas de seguridad de obligada observancia; luego se rezó un Padrenuestro y un Avemaría encomendándonos a los santos del día, San Marcelo y San Claudio. Siendo muy oportuno recordar al primero –padre del segundo- que era centurión romano de la Legión VII Gemini, establecida en la ciudad de León.

La historia nos dice que el motivo de su martirio fue que celebrando las fiestas por el nacimiento del emperador Valerio en julio del año 298, san Marcelo hizo pública su creencia cristiana y su adoración al único Dios, tirando al suelo su espada y el sarmiento de vid (atributos de su rango militar). El día 29 de octubre del año 298 fue condenado a muerte por decapitación.

Nosotros ahora somos, sin quererlo, un poco como él, transgresores de unas normas que no entendemos, que nos imponen de repente y nos sitúan a contracorriente de una parte de la sociedad y un sector de los políticos.

Continuaremos con nuestro modo de vida, que son nuestra identidad y tradición, aun a riesgo de que se nos declare culpables por disentir de esa suerte de esnobismo animalista.

Volviendo a la crónica de hoy, después del sorteo empezaron a salir las primeras partidas (cierres del Cancho del Oso, Las Minas, Peñas Blancas, El Encerradero…). Más tarde los sopiés y las traviesas (El Castillejo, El Guarda, La Tomillosa, El Comedero…).

Llegados todos a las posturas, con sus pertrechos y viandas y, según la suerte, debidamente colocados por los postores, comenzaron a llegar los rehaleros con sus jaurías.

De nuevo el monte resucita, sale de su letargo. Perros y hombres salen a la caza en ancestral armonía. Corren las reses por las trochas secas. Las parcas lluvias no han sido capaces de llenar las polvorientas veredas y caminos.

Los trotes retumban en el tapiz del monte, el tronchar de jaras y el latido de los perros ponen sonido al campo. La sierra es un hormiguero, aquí y allá se suceden los tiros, hasta contarse casi trescientos.

La Osa Grande, esa especie de santuario para nosotros, de nuevo, un año más, fructifica. Esta bendita tierra cobra su tributo en forma de nobles venados y fieros jabalíes que lo dieron todo en el último trance. Lances inolvidables, que permanecerán para siempre en nuestras almas monteras.

Y cómo no mencionar ese veterano suido, enorme donde los haya, que dio muestras de inteligencia pudiendo escapar por dos veces, dejando atrás el monte y cruzando impunemente por aquellos medios, ante la incredulidad de los birlados compañeros de armas. Por algo el marrano ha llegado a viejo.

De nuevo de vuelta al cortijo cada uno va contando la feria según le ha ido. 

Algunos con verdadera felicidad y otros más remisos para no airear demasiado la falta de tino con los bichos. Afortunados de la diosa Diana fueron especialmente los de la traviesa de La Tomellosa, y tocados por la griega 

Artemisa nuestros queridos Francisco Hidalgo, Antonio Cabezas, Santiago Díaz Trinidad, Óscar Méndez, Casimiro Dávila, Demetrio… etc que lograron abatir merecidos venados.

Otros no tuvieron tanta suerte y dejaron ir su oportunidad cerro abajo. Que digo yo que fallar dos y tres reses también tiene su “mérito”.

En total llegaron a la junta dieciséis venados, once guarros (tres de ellos navajeros), y quince ciervas.

Un justo resultado para otra jornada inolvidable, en compañía de buenos amigos y con la absoluta satisfacción de disfrutar después del arduo trabajo de cuidar y mimar a “nuestros anfitriones” hasta el último día.

Fotografía: Manuel Sayavera Cacereño 

Texto: Manuel Dávila Arenale


ver más crónicas


AnuncioiModuloTiendadelMontero4AnuncioiModuloTiendadelMontero5